Los relojes inteligentes han evolucionado exponencialmente, hoy forman parte del estilo de vida y la cotidianidad de millones de personas.
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En los últimos años, la popularidad de los relojes inteligentes ha crecido exponencialmente. Lo que en un principio era una herramienta exclusiva para deportistas, hoy forma parte del estilo de vida y la cotidianidad de millones de personas.
Estos dispositivos electrónicos llegaron al mercado en 1998 y, con el paso del tiempo, su uso se ha masificado. Según Statista, en 2024 se estima que alrededor de 225 millones de personas en el mundo poseen un reloj inteligente.
Debido a la gran acogida que han tenido, las grandes empresas tecnológicas han lanzado al mercado sus dispositivos, cada una con diferentes características; precio, tamaño, funciones, botones, batería, entre otros. La elección del modelo ideal depende del estilo de vida y las necesidades de cada usuario.
Los relojes inteligentes han evolucionado hasta el punto de ofrecer desde funciones básicas, como la recepción de notificaciones del teléfono móvil, hasta herramientas más avanzadas relacionadas con la salud, como el monitoreo del ritmo cardíaco y el conteo de pasos diarios. Uno de los principales factores de su éxito es la experiencia de usuario, que ha permitido que cada vez más personas realicen múltiples tareas desde la muñeca y obtengan datos útiles sobre su actividad diaria.
¿Qué tan fiables son las mediciones de los relojes inteligentes?
Cuando se trata de monitoreo de salud, es importante conocer qué tan precisos son estos dispositivos.
En términos de frecuencia cardíaca, los relojes inteligentes ofrecen una buena alternativa, con un margen de error aceptable. Sin embargo, en métricas más complejas como el VO2 Máx (cantidad de oxígeno que una persona puede consumir durante un ejercicio intenso), su precisión disminuye, presentando un margen de error de entre 5% y 13%.
Asimismo, la medición de la calidad del sueño es menos confiable porque no tiene en cuenta datos importantes como los movimientos, la frecuencia respiratoria, entre otros. También, la medición de la cantidad de calorías es muy regular porque no tiene en cuenta datos como el gas inspirado y expirado por alguien, por lo tanto, tiene un margen de error del 30% al 150%.
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En resumen, los relojes inteligentes son bastante precisos en datos directos, como la frecuencia cardíaca y el conteo de pasos, pero carecen de exactitud en mediciones más complejas, donde los valores que arrojan son aproximados y no definitivos.
Ty Ferguson en una nota para La Nación, afirma que las personas son más activas al tener relojes inteligentes y que la importancia en la precisión de los datos que suministran, tiene que ver directamente con la confianza que el dispositivo le transmite al usuario. Si los usuarios perciben que la información no es fiable, pueden perder el interés en seguir utilizándolos.
Con el avance de la tecnología, es probable que en los próximos años los algoritmos y sensores de estos dispositivos mejoren su precisión. A medida que más personas los utilicen, las empresas recopilarán más datos, lo que permitirá perfeccionar las métricas y optimizar la experiencia de usuario.