Algunos de estos bailarines de semáforos han logrado propinas millonarias de extranjeros y hasta presentarse en Europa.
Foto: Investigaciones Teleantioquia
Un grupo de jóvenes bailarines venezolanos ha transformado los semáforos del parque del Poblado de Medellín en escenarios de expresión artística y una fuente de sustento. Desde hace aproximadamente ocho años, estos artistas han convertido el arte callejero en una oportunidad para mejorar su calidad de vida. Ha conseguido ingresos que pueden superar el salario mínimo en Colombia.
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En una reciente entrevista con Investigaciones Teleantioquia, Santiago Romero, uno de los integrantes del grupo, reveló las sorprendentes cifras que pueden alcanzar con su espectáculo. En un día favorable, cada bailarín puede ganar entre 150.000 y 200.000 pesos colombianos. Los días regulares, sus ingresos oscilan entre 60.000 y 70.000 pesos, mientras que en jornadas más difíciles logran recolectar entre 20.000 y 30.000 pesos.
Sin embargo, algunas veces han recibido recompensas inesperadas. «Nos ha pasado que algunos extranjeros nos dan hasta 500 dólares», comentó Romero. Esta exposición en las calles no solo les ha permitido obtener ingresos diarios, sino que también ha abierto puertas para presentaciones en eventos y contrataciones en espectáculos profesionales, incluso en Europa.
Arte y sustento en las calles de Medellín
Para estos jóvenes, la danza en los semáforos no es solo un medio para ganar dinero, sino una forma de alegrar el día de los transeúntes y conductores. Roymer García, otro de los bailarines, destacó la reacción positiva del público: «Es muy satisfactorio ver cómo les levantamos el ánimo a quienes esperan el cambio de luz y cómo a los niños les sacamos una sonrisa».
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El grupo sigue una rutina bien organizada para maximizar su impacto y sus ingresos. Sus horarios de presentación en el Parque del Poblado son de 7:00 a.m. a 12:00 m., luego de 3:00 p.m. a 6:00 p.m., y en la noche se trasladan a barrios como Provenza y Manila.
No todos tienen la misma suerte
El caso de estos bailarines contrasta con el de otras personas que también trabajan en los semáforos de Medellín, pero en condiciones más desafiantes. Por ejemplo, Fabián Ceballos, quien sufre de poliomielitis infantil, ha tenido dificultades para conseguir empleo y desde hace cinco años pide dinero en semáforos de Medellín. Proveniente de Bucaramanga, encontró en Medellín su hogar y un sustento diario en la solidaridad de los ciudadanos.
Así como él, otros trabajadores informales en los semáforos recurren a distintas formas de entretenimiento para obtener ingresos. Desde malabares y disfraces hasta la música con instrumentos como el saxofón. Aunque algunos, como los bailarines venezolanos, logran transformar su arte en una plataforma para oportunidades mayores, muchos otros continúan enfrentando días inciertos y condiciones de vulnerabilidad.
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