Dos paisajes imponentes, dos destinos únicos: Ciudad Perdida y Betania, los “Machu Picchus” que enamoran a Colombia.
Fotos: viajes.nationalgeographic – wikipedia – cincohorizontes
Colombia esconde tesoros que evocan la grandeza de los Machu Picchus, ícono del mundo andino. Pero en este caso, no estamos hablando del Perú, sino de dos lugares que se alzan como joyas ocultas en nuestro propio territorio: Ciudad Perdida en la Sierra Nevada de Santa Marta y el mirador de Betania en el suroeste de Antioquia. Aunque son escenarios muy distintos, ambos comparten un impacto visual tan poderoso que despiertan la misma sensación de misticismo, conexión ancestral y asombro por la naturaleza.
Los dos Machu Pícchus en Colombia:
Ciudad Perdida: una historia milenaria entre la niebla
Foto: Denomades
Ubicada a 1.200 metros sobre el nivel del mar y rodeada por la espesa selva de la Sierra Nevada, Ciudad Perdida o Teyuna fue levantada por los pueblos Tayrona hace más de 1.300 años. Sus terrazas, escaleras en piedra y plazas ceremoniales se mantienen en pie como testimonio de una civilización que aún vive a través de los pueblos indígenas Wiwa y Kogui.
Foto: viajes.nationalgeographic
Llegar hasta allí requiere de una caminata de 4 a 6 días, atravesando ríos, montañas y selva húmeda. Pero el esfuerzo vale cada paso: es una experiencia transformadora.
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Betania: un mirador entre nubes y cafetales
Foto: Aventurax.co
En contraste, a solo 2.5 horas de Medellín aproximadamente, el mirador de Betania ha sido bautizado como el «Machu Picchu antioqueño». Por sus terrazas escalonadas y su ubicación entre montañas que recuerdan la topografía inca. Desde sus plataformas, los visitantes pueden ver los Farallones del Citará y el majestuoso cañón del río Cauca.
Foto:Cincohorizontes
Aunque no es un sitio arqueológico, sí es un homenaje al paisaje y a la identidad cafetera, que le da al visitante una experiencia más cercana, pero igualmente memorable.
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Uno es milenario y escondido, el otro es joven y visible. Uno se recorre con mochilas al hombro, el otro con una caminata ligera. Pero ambos representan la diversidad del país y la posibilidad de vivir un turismo transformador, donde el viajero no solo mira, sino que se conecta, respira, reflexiona.