El Papa argentino será sepultado fuera del Vaticano y sin los símbolos tradicionales de poder, cumpliendo su deseo de una despedida humilde

El Papa argentino será sepultado fuera del Vaticano y sin los símbolos tradicionales de poder, cumpliendo su deseo de una despedida humilde
Tony Gentile (Reuters)

La muerte del papa Francisco a los 88 años activó un protocolo singular que él mismo dejó preparado con antelación. A diferencia de sus predecesores, el pontífice argentino ordenó modificaciones sustanciales al tradicional Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el manual litúrgico que regula los funerales papales, para simplificar el proceso y despojarlo de signos ostentosos.

Estas reformas, aprobadas en noviembre de 2024, reflejan su visión pastoral: un pontificado enfocado más en lo espiritual que en el poder terrenal. Francisco —cuyo nombre de nacimiento era Jorge Mario Bergoglio— será despedido en la Basílica de San Pedro desde el 23 de abril, pero su funeral no incluirá varios de los elementos simbólicos que por siglos caracterizaron la muerte de un Papa.

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Estos son los cambios en el funeral del Papa Francisco

Uno de los cambios más visibles es el ataúd. En lugar de los tradicionales tres féretros (de ciprés, plomo y roble), el cuerpo será colocado en un solo ataúd de madera con interior de zinc, como él dispuso. Esta elección responde a su deseo de una ceremonia más sobria.

También se ha eliminado el uso del martillo de plata, que antiguamente se utilizaba para verificar el fallecimiento del Papa. En su lugar, el camarlengo, cardenal Kevin Farrell, confirmó la muerte con la frase litúrgica “Vere Papa mortuus est” (el Papa está realmente muerto), tras llamar tres veces a Francisco por su nombre de pila sin obtener respuesta. Esta verificación se realizó en la capilla privada de la residencia Santa Marta, donde vivía el pontífice, y no en su habitación personal, como era costumbre.

Durante la exposición pública en la Basílica de San Pedro, no se colocará el báculo papal junto al cuerpo, ni se utilizará un catafalco. El féretro permanecerá cerrado, y la misa exequial será presidida por el decano del Colegio Cardenalicio. A lo largo de la liturgia, se evitarán títulos asociados al poder, como “Santo Padre” o “Vicario de Cristo”, y se optará por expresiones como “Obispo de Roma” o “Pastor”.

El acto más significativo en esta ruptura con la tradición es la decisión de Francisco de no ser enterrado en las grutas vaticanas, donde descansan la mayoría de los papas. En su autobiografía Esperanza, publicada en enero de 2025, dejó claro su deseo de ser sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor. Una iglesia que visitó frecuentemente para rezar ante la estatua de la “Regina della Pace”, su advocación favorita de la Virgen María.

Esta basílica, ubicada al otro lado del río Tíber, cerca de la estación central de Roma, tiene un valor simbólico para Francisco. Allí pidió ir incluso después de ser dado de alta de la clínica Gemelli tras su última hospitalización, y allí será su última morada. La decisión lo convierte en el primer Papa en casi 150 años que no será enterrado en San Pedro. El caso más reciente fue el de Pío IX, trasladado post mortem a otra basílica romana.

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El papa Francisco quiso despedirse sin excesos

El proceso sucesorio ya ha comenzado. Tras la muerte de Francisco, el Colegio Cardenalicio asumió el control temporal del Vaticano. Este órgano será responsable de definir la fecha del funeral y de convocar el cónclave para elegir al nuevo pontífice. El cónclave se llevará a cabo en la Capilla Sixtina, bajo estrictas medidas de secreto. Para elegir al próximo Papa se necesita una mayoría de dos tercios entre los cardenales electores.

Mientras tanto, el llamado “anillo del pescador”, símbolo de autoridad papal, será destruido, marcando oficialmente el fin del pontificado de Francisco. Esta tradición milenaria permanece vigente, aunque el Vaticano no ha detallado si se repetirá exactamente como en ocasiones anteriores.

El funeral se celebrará, previsiblemente, seis días después del fallecimiento. Este sigue una cronología similar a la que se adoptó en casos recientes como el de Juan Pablo II o Benedicto XVI. Sin embargo, esta despedida será única, no solo por los elementos eliminados, sino por el legado de un Papa que buscó humanizar el rol más visible de la Iglesia Católica.

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Con su muerte, Francisco no solo cierra una etapa en la historia del Vaticano, sino que también deja una hoja de ruta clara para los futuros pontífices: una Iglesia más austera, centrada en el Evangelio y menos aferrada a los símbolos del poder.

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