El Cerro La Vieja, uno de los puntos más altos del Páramo de Sonsón, es un santuario natural y legendario entre la biodiversidad y el mito. 

Foto: Alcaldía de Sonsón 

A más de 3.150 metros sobre el nivel del mar, el Cerro La Vieja —también conocido como Morro La Vieja— es uno de los puntos más altos y enigmáticos del Páramo de Sonsón, en Antioquia. Se trata de un territorio sagrado para la biodiversidad, pero también para el imaginario colectivo, donde la montaña se convierte en leyenda viva.

Una frontera ancestral

Los registros históricos y antropológicos revelan que este cerro funcionó como una frontera natural en tiempos prehispánicos. Separaba los territorios de grupos indígenas que habitaban las zonas boscosas y húmedas del valle de los ríos Verdes, marcando límites no solo geográficos, sino también culturales.

Desde sus entrañas nacen quebradas cristalinas, espejos de agua y lagunas que riegan la región y sostienen un ecosistema vibrante. La Vieja también es refugio de aves migratorias que atraviesan el continente, hallando en este punto un oasis entre las alturas.

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Un camino exigente, una recompensa sin igual

El acceso al cerro es complicado: la geografía quebrada, la humedad persistente y la densa vegetación exigen experiencia y buena condición física. El ascenso puede durar más de cinco horas y presenta retos técnicos, especialmente en tramos inclinados y resbalosos. Por eso, se recomienda ir acompañado de un guía local.

A medida que se gana altitud, el paisaje cambia y el páramo se manifiesta con su humedad, su vegetación única y sus silencios envolventes. Llegar a la cima es una experiencia que estimula todos los sentidos: una vista de 360 grados que conecta con la inmensidad.

Foto: Alcaldía de Sonsón 

La silueta de una guardiana

El nombre del cerro no es casualidad. Muchas personas afirman ver la figura de una mujer anciana acostada, como si la naturaleza misma hubiese esculpido una guardiana silenciosa del páramo. Esta imagen simbólica, transmitida de generación en generación, convierte al cerro en un personaje más del territorio.

En la cima, una formación de tres grandes piedras despierta la imaginación: una roca perfectamente equilibrada sobre otras dos. Algunos creen que fueron arrojadas allí por una antigua erupción, mientras que otros afirman que se trata de un altar creado por culturas ancestrales.

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Sea cual sea su origen, estas rocas representan un misterio abierto, un punto de contemplación astronómica o espiritual donde los antiguos podrían haber rendido homenaje al sol, la luna y las estrellas.

Más que geografía: un símbolo de conexión

El Cerro La Vieja no es solo un hito geográfico, es un símbolo de la conexión profunda entre el ser humano y su entorno natural. Su riqueza ecológica,  sus leyendas vivas y su majestuosidad lo convierten en un lugar que se debe recorrer con respeto y asombro.

Visitarlo no es solo una caminata exigente. Es una experiencia transformadora, una invitación a sentir la tierra, a escuchar los ecos del pasado y a reconocer el alma que habita en las montañas.

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