Desde la calle Junín, artistas como Ricardo Toro crean obras que inspiran y desaparecen, recordándonos la belleza de lo transitorio.
Las calles de Medellín se convierten en lienzos vibrantes gracias al arte Madonnari, una práctica que nació en Italia durante el siglo XV y que, siglos después, sigue cautivando por su esencia efímera. Artistas como Ricardo Andrés Velásquez Toro dedican horas a crear obras detalladas que desaparecen con el paso del tiempo, dejando solo recuerdos y admiración.
El centro de la ciudad, especialmente la icónica calle Junín, se llena de vida con imágenes creadas con tizas, carbón y minerales. Velásquez Toro, un destacado exponente de este arte en Medellín, define su labor como un tributo a la fugacidad: “La idea es trabajar siempre con tizas, con carbón, con minerales, que sean obras efímeras”.
Este tipo de arte exige paciencia y dedicación. Cada pieza puede llevar horas de trabajo, como ocurrió con una de las obras más recientes de Ricardo, que le tomó cerca de siete horas completar. Lo fascinante del Madonnari no es solo su ejecución, sino también su transitoriedad. Las obras, por hermosas que sean, están destinadas a desaparecer, ya sea por la lluvia, el viento o el simple paso de los peatones.
La inspiración para Ricardo surge de su amor por la naturaleza y sus raíces familiares. “Cuando dibujo una virgen, estoy pensando en mi madre, y cuando dibujo a Jesús, en mi padre”, comparte. Además, encuentra en los paisajes colombianos un motivo constante para plasmar en su arte.
El Madonnari no solo embellece las calles, sino que también crea un espacio para la reflexión y el disfrute cultural. “Llama mucho la atención porque es en el piso y qué mejor que Junín, que es una zona muy cultural”, añade Ricardo.
Para quienes deseen explorar más de su trabajo, Velásquez invita a seguirlo en su cuenta de Instagram: @TOROTIXA80. Allí, se puede apreciar una muestra de su talento y conocer más sobre este fascinante arte que convierte lo efímero en eterno.