El consumo de psicoactivos entre niños de 7 a 8 años se ha duplicado en Medellín.
La preocupación por el aumento del consumo de sustancias psicoactivas entre menores de edad en Medellín ha crecido significativamente. Según datos de la Secretaría de Educación de la capital antioqueña, el número de casos reportados pasó de 623 en 2020 a 1,392 en 2023.
Lo que más llama la atención es la corta edad de los consumidores. Menores de apenas 7 y 8 años están empezando a experimentar con alucinógenos y otras sustancias, lo que plantea serias preocupaciones no solo para su salud física, sino también para su desarrollo emocional y social.
Las autoridades han identificado varios factores que contribuyen a este aumento. En primer lugar, se destaca la falta de desarrollo de habilidades socioemocionales en los niños. Muchos de ellos, en busca de reconocimiento y aceptación en sus entornos, pueden verse impulsados a experimentar con sustancias.
Además, la influencia de las redes sociales no puede ser subestimada. En un mundo donde el contenido es fácilmente accesible, los menores están expuestos a mensajes que pueden trivializar el consumo de drogas. Las plataformas digitales pueden normalizar comportamientos que, en realidad, son perjudiciales para su bienestar.
La familia también juega un papel crucial en este fenómeno. La normalización del consumo de sustancias dentro del entorno familiar puede influir en las decisiones que toman los niños. La ausencia de una comunicación abierta sobre los riesgos del consumo puede llevar a los menores a experimentar sin comprender las consecuencias.
Ante esta alarmante situación, la Secretaría de Educación y otras autoridades han implementado estrategias educativas para abordar el problema. Se están llevando a cabo campañas de sensibilización que buscan educar a los menores sobre la importancia del autocuidado y los riesgos asociados con el consumo de sustancias.
Uno de los enfoques más destacados es el uso de dispositivos pedagógicos que combinan el juego con la educación. Estas herramientas tienen como objetivo desmitificar las creencias erróneas que rodean el consumo de sustancias, permitiendo a los niños comprender mejor los peligros sin crear un enfoque punitivo que podría ser contraproducente.
Las instituciones educativas están colaborando con profesionales de la salud mental para ofrecer apoyo emocional y psicológico a los estudiantes. El objetivo es crear un entorno en el que los menores se sientan seguros para hablar sobre sus preocupaciones y experiencias.
La comunidad también tiene un papel importante que desempeñar en esta lucha. Es fundamental que los padres, educadores y vecinos se involucren en la vida de los niños. Crear redes de apoyo y fomentar un ambiente de confianza puede ayudar a los menores a resistir la presión social y las tentaciones.
La denuncia de comportamientos sospechosos y el involucramiento en actividades comunitarias son pasos importantes. Las iniciativas de recreación y cultura pueden ofrecer alternativas positivas y atractivas para los jóvenes, alejándolos de las sustancias.