El legado que durante décadas nos ha entregado Totó la Momposina remite sin duda alguna a una corriente cuyo caudal musical es tan amplio que algunos se atreven a describirlo como un género en sí mismo, estilo que se nutre de lo mejor que la música, el folklore y la esencia que las costas colombianas tienen para ofrecer. Esta artista navega en canoa por los mares musicales y culturales capturando con su atarraya las reliquias ancestrales que se amalgaman en esta mujer caribeña enraizada en la cultura anfibia de bailes impregnados de mar y playa.
Totó la Momposina forja una identidad propia que se impone con fuerza en la historia sonora latinoamericana. Un alma musical que arde como “la candela viva” respondiendo al rumor de tambores, al vaivén de maracas y el sonar de gaitas que invitan al canto primordial que le habla a la luna y a las playas. El nacimiento de un proceso continuo como este proviene de un mestizaje físico y cultural, surgido de unión del indio, el negro y el español.
Es por eso que, le hacemos este homenaje en vida a un ser que por voz propia se convirtió en leyenda. La leyenda de “Totó” apodo que denota gran fuerza y sonoridad, que en lengua africana significa «pequeña princesa», pertenece a la costa Caribe y cuya herencia incluye también a las versadoras tradicionales con su danzario nacido del folklore tan cercanamente íntimo al de las cantaoras que conducían a una hipnosis sonora provocada por la picardía de una morena que comenzó a subir a la cúspide gracias a una mística de ancestralidad manifiesta.
Las músicas son un viaje de saberes sonoros como el fandango, las cumbias, el bullerengue y la influencia de las palenqueras de acentos musicales y personales tan propios de estas costas, se convirtieron en la fortuna de Totó quien con la habilidad de una sirena tejió un manto cual tramado de la red de un pescador a su timbre único, debido a su alta dosis de sentimiento cuando expresa lo visible de una cancionística afro. Sangres africanas, indígenas y europeas forjan la mezcla que cuenta, dialoga y reivindica una herencia que recibimos y esboza una identidad que se apropia de mitos y leyendas revitalizadoras del patrimonio inmaterial de la región.
Su obra es un aguacero. Un torrente creativo y creador que se ritualiza en voz de una relatora de mitos y leyendas que trazan figuras frente a sus públicos con una cercanía inexplicable al oyente al evocar su misticismo profundo y, al mismo tiempo, su terrenalidad caribeña no sólo para la región o país; sino para todo un continente.
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