“Tenemos donante” fue la frase que quizá más ha marcado la vida de “Lucho” Escobar, periodista deportivo y presentador de larga trayectoria del deporte colombiano. Esa misma frase fue la respuesta que un hombre de fe, Testigo de Jehová practicante, venía esperando hacía ya casi dos años. Lucho venía padeciendo una enfermedad silenciosa y totalmente asintomática denominada Hepatitis B congénita que heredó, por lo que cree, de su madre. Cuando le diagnosticaron la enfermedad, esta ya se encontraba en un punto tal que su hígado debía ser reemplazado cuanto antes, pues el suyo, para el momento del diagnóstico estaba funcionando entre un 20 % y un 25 %, según los médicos.
Un examen de rigor que se practicó alertó sobre un déficit que tenía en las plaquetas y ese fue el preludio para todo lo que vendría después en la vida de Lucho. Fue remitido posteriormente donde un especialista del hospital Pablo Tobón Uribe quien, después de una resonancia, le diagnosticó una Hepatitis B que “lo estaba matando”, cuenta él que estas fueron las palabras del médico del Pablo Tobón.
Días más tarde, su estado de salud estaba empezando a afectarle algunas habilidades y funciones ejecutivas como la memoria, haciendo que olvidase información básica como el nombre de su esposa o el número de hijos que tenía. Sin embargo, ese trasplante exigía una transfusión de sangre a la que Lucho, por sus convicciones religiosas, había decidido no acceder. Se trasladó entonces a la capital del Valle del Cauca con sus dos hijos y su esposa. Para su sorpresa, 26 días después de su llegada a Cali, llega la pandemia y con ella la suspensión de todo el programa de trasplantes del Hospital Universitario Fundación Valle del Lili. Lucho cuenta cómo esos 18 meses esperando por un donante se convirtieron para él y su familia en una eterna espera, pues sentía cómo su estado de salud se deterioraba, perdía peso, cambiaba poco a poco el color de su piel y cada día sentía cómo iba perdiendo la memoria al punto en el que no recordaba cosas básicas.
Hasta que un día, como una respuesta a un milagro por el que Lucho y su familia habían orado, su esposa lo interrumpe en medio de una transmisión que estaba haciendo desde su casa para Señal Colombia para darle la feliz noticia de que el Hospital por fin había encontrado un donante de hígado. Cuenta de manera jocosa cómo en medio de la emoción logra terminar la transmisión de la carrera en los últimos 20 kilómetros que faltaban. Con un 15% de probabilidades de salir con vida de esa cirugía era lo que le anticipaban los médicos que tenían a cargo esa difícil operación, pues un trasplante de hígado es una de las cirugías más complejas que se le puede realizar a una persona.
“Esto deja muchas enseñanzas, muchísimas, sobre todo la de valorar la vida. Es que nosotros somos una pajita que se la lleva el viento y a veces no valoramos ni apreciamos lo que tenemos. No valoramos la vida. También aprendí a cuidar mi cuerpo, nuestros cuerpos son templos sagrados, un templo prestado que pertenece a un dueño y que, por ende, debemos cuidarlo y devolverlo en las mejores condiciones posibles”.